domingo, 29 de marzo de 2015

"Aspiro a que Collokia sea líder a nivel mundial"




Trabajadores capacitados invierten el 30% de su tiempo en buscar información. Mientras que, en muchos casos, una persona en la misma organización realizó la misma pesquisa y ya encontró las mejores soluciones. Compartir ese conocimiento entre compañeros de trabajo es clave para mejorar la productividad y fomentar la innovación.

No obstante, los empleados no siempre saben dónde pueden encontrar ayuda o información dentro de su propia organización. Así que recurren a internet, antes que a sus compañeros.
Para que esto no continúe ocurriendo se creó Collokia, una herramienta de colaboración que analiza y utiliza la experiencia colectiva del equipo IT con al fin de eliminar errores que ya cometió otro y conectar personas que se puedan ayudar mutuamente.

Los usuarios no tienen que esforzarse compartiendo información que consideran útil o interesantes sino que se utilizan algoritmos de machine learning, análisis estadístico y la interconexión entre los datos y las personas para identificar automáticamente estas situaciones y hacer las conexiones apropiadas.

Esta es la propuesta que ofrece esta startup que nació en julio de 2014 por inquietud del referente de IT Pablo Brenner (52) y con el apoyo de Globant.

Brenner, con una trayectoria profesional repleta de logros, fue product manager de Fibronics, primera empresa israelí en cotizar en Nasdaq; cofundador de BreezeCOM (ahora Alvarion); socio del venture capital Prosperitas, iniciador del evento de tecnología más importante de la región, Punta Meetup; actual country manager Uruguay y vicepresidente de Tecnología de Globant; y ahora se suma a sus proyectos Collokia, una compañía que pretende ser líder a nivel mundial.

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Brenner traía la idea desde hace mucho tiempo. Notaba que todas las herramientas de colaboración que existían fallan en algo básico: exigían al usuario hacer un trabajo adicional para compartirlo.

“Cuando se está trabajando y se está a full, no se está pensando en ‘ah esto lo voy a compartir’. Al final, no hay estímulo que haga que la gente realmente colabore”, aseguró.
Brenner entendía que esa colaboración se puede hacer automática con las computadoras. A través de plugins o sensores en las diferentes herramientas de uso frecuente, la máquina aprende dos cosas: qué hace ese usuario, qué búsquedas realiza y con qué precisa ayuda. Una vez determinado, lo conecta con la persona que estuvo trabajando en eso mismo.

El Waze de Google Search
La forma en que se presenta al usuario es sutil y transparente. Similar a cómo aparece al costado derecho del buscador determinada información de Wikipedia al googlear un dato.
Poniendo como ejemplo El Observador, si se busca en Internet a determinada persona, aparecen notas vinculadas y cuándo fueron los últimos contactos que mantuvo con el diario; incluso hasta se pueden marcar comentarios. “Es como una realidad aumentada de las búsquedas. Vos buscás en Google pero yo te agrego un poco más sobre eso, información de la empresa”, comentó Brenner.

Collokia es a Google Search lo mismo que Waze (aplicación de tráfico y navegación basada en la comunidad) es a Google Maps. Si bien puede usarse Google Maps Waze usa el conocimiento de toda la gente para dar información más válida y personalizada de lo que alguien precisa.

En un primer momento, se están enfocando en la industria del software, pero aplica a cualquiera. Se escogió comenzar por ese sector pues es el que conocen más y porque es early adopter, es decir que está propenso a probar nuevas tecnologías.

El primer cliente de la empresa es Globant. Instalaron plugins para recabar información y entrenar la máquina de Big data. Para que la inteligencia artificial funcione tiene que tener muchos datos. Collokia se compone de un equipo internacional de siete personas; se eligió a los mejores en su rubro. Hay un canadiense, un húngaro, un ruso y uruguayos. El cofundador de la startup y Chief Technology Officer (CTO) es Jayson Minard, quien fue el Tecnologist de Prezi. Vivía en Budapest, pero se instaló en Uruguay para sumarse a Collokia.

El modelo de negocio es freemium –servicios básicos gratuitos, mientras se cobra por otros más avanzados o especiales–. El gratuito será abierto a la comunidad; cualquiera puede colaborar con cualquiera, pero no tienen privacidad. Luego ofrece un plan para empresas de licencia de usuario por mes. El precio ronda los US$ 5. En las empresas más grandes, este costo disminuye.

Desde bien abajo
La historia emprendedora de Brenner comienza hace varias décadas atrás. Es de familia judía y al momento de cursar una carrera optó por hacer Ingeniería en Computadoras en Technion, prestigiosa universidad de Israel. Se trataba de una carrera nueva que fusionaba los estudios de hardware y software. Brenner se especializó en red de computadoras.

Hoy el ecosistema de emprendedurismo israelí es el segundo más desarrollado del mundo, detrás de Silicon Valley, pero a fines del ‘80 esto no era así.

Cuando Brenner se graduó en 1987 no había trabajo en el área de la tecnología. “Debo de haber mandado cientos de currículos. No tenía ningún contacto, era un don nadie. Incluso recibí una carta de una empresa que hacía cosas de seguridad para el ejército diciendo que no tenían un puesto para mí. Imaginate, no les mandé curriculum y hasta ellos me dijeron que no; estaba en el horno”, recuerda riéndose.

Finalmente consiguió trabajo en una empresa pequeña, pero su deseo era trabajar en Fibronics, firma que desarrollaba productos de data networking basados en fibra óptica y que fue la primera empresa israelí en cotizar en Nasdaq.

Un día, vio un anuncio de su empresa soñada en el que buscaban un gerente de proyectos con 10 años de experiencia y se mencionaba los requisitos tecnológicos que debía reunir el postulante. Brenner conocía todas esas tecnologías, pero tenía un inconveniente: cero experiencia.

“Me sentía frustrado. Cómo voy a llegar a tener 10 años de experiencia si no puedo empezar a trabajar”, pensaba.

Su ansia y desesperación produjo que enviara una carta presentándose y diciendo que, si bien no servía para el puesto porque no contaba con la trayectoria requerida, quería dejar su currículum para ser parte del equipo, ya que conocía todas las tecnologías solicitadas. Meses después fue entrevistado y se quedó con el puesto.

En ese entonces, las ramificaciones de software y hardware estaban muy divididas; el especialista en software no conocía nada de hardware y viceversa.

La carrera nueva que había estudiado Brenner incluía ambas; por lo tanto, era el que más conocía el equipo.

“Cada vez que había un problema me llamaban y de apoco me fui conectando con los ingenieros más importantes; fui creciendo mucho porque era el único que conocía todos los detalles”, recordó.

En esa empresa trabajó seis años, y en ese tiempo pasó de ser el ingeniero más junior a gerente de la plataforma futura, un proyecto de US$ 7 millones. “Lo mejor que me pasó fue haber trabajado en Fibronics”, aseguró.

Luego de esto, fue cofundador de BreezeCOM en Israel, una startup que llegó a ser muy exitosa, con más de 1.000 empleados y con una facturación de US$ 200 millones al año. Pero con su familia –esposa uruguaya e hijos– quiso volver a Uruguay.
Siguió vinculado a esa empresa por un tiempo, pero luego cambiaron algunas cosas internas de la empresa, y perdió el interés.

Un fondo de ayuda
Desde que llegó a Uruguay, todos le preguntaban qué se podía hacer acá, y qué estaba faltando para la industria de tecnología local.
En vez de explicarles, decidió mostrárselos.

Organizó un viaje a Israel con un grupo muy heterogéneo: representantes del Banco Central del Uruguay (BCU), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Laboratorio Tecnológico del Uruguay, la Cámara del software y la Corporación Nacional para el Desarrollo.

De ese viaje, se concluyó que era necesario crear un venture capital y se comenzó a desarrollar, pero la crisis del 2001 paró la iniciativa.

En el período 2002-2003 el BID se comunicó con Brenner porque tenían el dinero autorizado para hacerlo, pero no quién lo llevara adelante. Se comprometió en buscar a las personas y armó el grupo Prosperitas.

Los fondos por lo general tienen 10 años de vida, de los cuales cinco son de inversión y los otros cinco son para potenciar y hacer crecer las empresas.

Hoy no se está generando nuevas inversiones, sino manteniendo las compañías que tienen.
Más allá de eso, Prosperitas no está activo. “Le hicimos muy bien al país. Pero fue de mucho sacrificio. Creo que no estaban dadas las condiciones”, analizó Brenner.

Volver a la cancha
Brenner conoció a la software factory Globant cuando se presentaron a Endeavor, organización que llegó a presidir en Uruguay y de la que hoy es miembro del directorio.
En aquella época, supo del objetivo de ser la mejor en su tipo. Su afán por conquistar al mundo no le sorprendió porque es algo que suelen pensar muchas empresas. Pero Globant lo logró: su ejecución era perfecta.

En 12 años, logró crecer de cero a una facturación de US$ 200 millones. En 2010, se enteró que iban a desembarcar en Uruguay; los llamó y se involucró. Así fue como quedó como vicepresidente de Innovación de Globant y de country manager Uruguay.

La meta de Brenner es seguir disfrutando de lo que hace. Con Collokia aspira a ser líder a nivel mundial, como Globant lo hizo. “Voy a agarrar este tema. Yo quiero ser el mejor del mundo en esto, generar impacto”, expresó.

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