miércoles, 16 de noviembre de 2016

El Internet de las Cosas, la transformación silenciosa de la industria


MIGUEL ÁNGEL LLORENTE



La idea de Internet de las Cosas (o IoT por sus siglas en inglés) hoy día trae inmediatamente a la mente dispositivos wearables, teléfonos móviles, realidad aumentada... todas esas espectaculares aplicaciones y cacharritos que vemos en los medios y que están fuertemente ligadas con el mercado de consumo. Sin embargo, más allá del hype, su verdadero peso y donde se pronostica que va a tener un impacto muy relevante es en el sector industrial. Es una transformación en la que ya estamos inmersos y cuyo desarrollo es imparable. De momento, los entornos profesionales van realizando sus cambios lentamente. Las empresas suelen ser más conservadoras en la implantación de nuevos sistemas, dado que típicamente requieren el desarrollo de tecnologías robustas, estándares para asegurar la compatibilidad de las mismas y ecosistemas que favorezcan un buen retorno de la inversión. En este caso, bajo el término Industria 4.0 o IIoT (Industrial IoT), se están desarrollado sistemas de comunicación, almacenamiento, análisis y visualización de información que están llegando a entornos hasta ahora ajenos a esta revolución.

Aplicaciones como la localización en tiempo real, donde los objetos o personas indican su posición en todo momento, se utilizan en aplicaciones industriales, como las plantas de fabricación de piezas de automóvil o en entornos donde se desea minimizar el error humano, como los bloques quirúrgicos de los hospitales. Ejemplos de estos usos son la planta de Ford en Almussafes o el Hospital Universitario y Politécnico La Fe de Valencia.

Otros entornos donde ya se aplican extensamente estas tecnologías son la logística y el transporte profesional. Por ejemplo, en el puerto de Valencia -el mayor puerto nacional en tráfico de contenedores- se están introduciendo sensores en los vehículos, grúas y contenedores para optimizar las operaciones terrestres, conseguir ahorros energéticos y mejorar la explotación de los recursos críticos. Esta tendencia se repite en otras localizaciones como Vigo o Algeciras.


Pero es en el ámbito internacional donde se ven las aplicaciones más espectaculares. Todos los big players se están lanzando a invertir en estas tecnologías y fruto de ellos podemos encontrar el ejemplo de los nuevos aviones Boeing 787 de la compañía Virgin Atlantic, que tienen conectadas todas sus piezas de manera que se puede evaluar su estado en tiempo real, o la también aeroespacial Airbus que ha construido su llamada fábrica del futuro. Aunque no sólo hay grandes actores fuera de nuestras fronteras. Una de las empresas pionera en IoT a nivel mundial, la zaragozana Libellium, despliega redes de sensores en todo el mundo para un amplio ámbito de aplicaciones industriales: agricultura, pesca, fabricación o transporte.

Pero esto es tan sólo el principio. Si bien los ejemplos citados muestran el avance constante de los objetos conectados, de la mano de IoT viene un conjunto de técnicas y servicios que abren un campo absolutamente novedoso -y en algunos casos desconocido- de aplicaciones. Sincronizar los datos de los transportistas cuando llegan a la fábrica, comprobar automáticamente el contenido de la carga, detectar y corregir situaciones de riesgo en la seguridad del trabajador, optimizar procesos, mejorar el uso de los equipos o predecir paradas o picos de producción gracias a sistemas de aprendizaje automático son algunas de las aplicaciones que ya se están probando en el entorno industrial y que pronto cambiarán por completo los procesos que hoy conocemos.

Las cifras del impacto económico que pueden tener estos cambios son muy diversas y, aunque existen estudios al respecto, a menudo éstos utilizan criterios dispares que hace muy difícil ofrecer datos fiables. Por nombrar algunos de las previsiones más importantes, la empresa Cisco, líder en el sector de equipos conectados, cifra en 19 billones (millones de millones) de dólares el impacto económico que tendrá IoT en la próxima década, mientras que la prestigiosa consultora McKinsey rebaja la expectativa a 11 billones, 8 de los cuales dentro del ámbito industrial. En cualquier caso, todas coinciden en aventurar un impacto enorme que cambiará los métodos de producción, avanzando hacia procesos extremadamente automatizados donde las personas tendrán un papel supervisor y, en muchos casos, de último agente en la toma de decisión.

Por otro lado no hay que olvidar que se estima que en 2020 el Internet de las Cosas conectará 50 billones de dispositivos. Se habla de que sólo en Europa se necesitarán 4.5 millones de trabajadores en el sector, lo cual provoca un importante desfase entre lo que necesitan las empresas y los conocimientos a menudo transversales -matemáticas, comunicaciones, software y hardware- se requieren.

Otras tecnologías como la fabricación aditiva (o impresión 3D) o la conducción autónoma (tanto de grandes como pequeños vehículos) son elementos que encajan perfectamente en este ecosistema y complementan los factores para la que es llamada en muchos foros la nueva revolución industrial. Todas ellas coinciden en conceder un importante peso a la computación autónoma y, generalmente, dispersa, que es posible gracias a la mejora de las comunicaciones inalámbricas, ya sean de infraestructura (WiFi), como celulares estándar(4G/LTE) o de bajo consumo (Sigfox o LoRa), y también se enfrentan a retos similares como la interoperabilidad entre diferentes sistemas dentro de una aplicación, la descentralización del control (un factor fundamental en el funcionamiento de Internet) o la seguridad en las redes.

Así pues, independientemente de del término empleado, estamos inmersos en un cambio de hábitos y conductas a nivel social, un nuevo escenario laboral y un modelo productivo radicalmente distinto. Ante estos cambios podemos asistir como meros observadores o como agentes del cambio a través de la innovación, la cultura creativa y la colaboración entre sectores profesionales.

Miguel Ángel Llorente es miembro del Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación de la Comunidad Valenciana.

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