sábado, 13 de mayo de 2017

Realidad virtual, un pilluelo con incontinencia urinaria... Vuelve el indomable Jordan Wolfston

Installation view, Jordan Wolfson, Riverboat song, Sadie Coles HQ, London, 27 April – 16 June 2017
El protagonista del vídeo de Jordan Wolfson se orina encima (© Jordan Wolfson, courtesy Sadie Coles HQ, London - Photography: Robert Glowacki)
JOSE ÁNGEL GONZÁLEZ

Quizá convenga que antes de leer vea usted el vídeo que aparece insertado al término de esta noticia. Se trata de The Riverboat Song, el último audiovisual del artista Jordan Wolfston (Nueva York-EE UU, 1980), uno de esos creadores con afán de travesura que desean colarse en el género del arte violento o del desagrado. Otras imágenes 3 Fotos En su nueva exposición en Londres, The Riverbot Song, hasta el 17 de junio en la la galería Sadie Coles, Wolfston emplea la instalación audiovisual, la realidad virtual, la animatrónica con máquinas humanoides y la animación para montar una pesadilla surrealista que atraviesa la frontera de la corrección política y se acerca, con toda la intención y sin vergüenza, a la grosería. Empleando animación, imagen digital y escultura animatrónica, Wolfston, que la ha montado gorda varias veces en sus exposiciones a ambos lados del Atlántico: sus robots articulados y temibles han bailado, en forma de animadoras con poca ropa y facciones diabólicas, frente a espejos (Female Figure) o se han movido como marionetas endiabladas atadas por cadenas (Manic/Love).   La obra de este artista en alza por su contrastada capacidad de escandalizar se centra en la dualidad cada vez más cercana de las realidades literal y virtual, la proyección de impulsos internos que van del deseo al abandono, del optimismo a la culpabilidad, de la sexualidad a la violencia y la multiplicación de formas del yo, algunas nada deseables, en los escenarios de la realidad alternativa y las redes sociales. Banalidades y horrores de la vida contemporánea The Riverbot Song es una "pesadilla narcisista y surrealista" anclada en las "banalidades y horrores de la vida contemporánea". Combinando animación propia y clips ajenos de los que se apropia, una banda sonora pop y voces en off cacofónicas, el vídeo gira en torno a un personaje que parece un Huckleberry Finn pasado por el filtro de Disney —una referencia constante y obsesiva para Wolfston—. Ratas pervertidas en un avión real El personaje baila, pronuncia un monólogo del artista dirigido a un amante ausente, en una cadena de declaraciones inexpresivas, confesionales, coercitivas, o retributivas y se ve sometido a una acción sin más propósito que expresar la locura cotidiana: al Huck del artista le crecen grandes pechos de silicona y nalgas prietas, se le derrumba la cara —que es acuchillada por una bruja—, viaja en un avión donde unas ratas enormes, pervertidas, fumadoras compulsivas y amenazantes han sido insertadas en imágenes reales de un vuelo de pasajeros... 'Psicodrama obscuro' con imágenes robadas de YouTube   Wolfson se adapta con comodidad al lenguaje de su generación —la animación está repleta de avatares, memes, imágenes robadas de YouTube y mash-ups— para construir un "psicodrama oscuro" donde el protagonista termina orinándose sobre sí mismo de una manera catártica y regando con el inagotable chorro amarillo a un benéfico Buda. A medida que la acción avanza se borra la línea entre lo perverso y lo alegre y el mundo ficticio es progresivamente más espeluznante. 'Espejo y retrato' Para el artista estadounidense la búsqueda de lugar e identidad a través de la navegación en la web es el mejor "espejo y retrato de los horrores, la injusticia y las perversiones de la vida contemporánea". Wolfson quiere ser a la vez un autobiógrafo —como participante y testigo: "soy gay, no tengo madre, no tengo padre, esta es mi casa", dice la voz en off del artista en determinado momento— y un creador de ficción. Un clip de una paliza grabada con un teléfono fue considerada 'repelente' Un clip de otro de los vídeos muestra a un hombre que golpea violentamente a otro con un bate de béisbol mientras un tercero graba la escena con un smartphone. Este fragmento, encontrado en internet, fue el "principal estímulo" para el montaje Real violence, que fue llamado "repelente" y despertó reacciones de asco cuando fue presentado en el Whitney en gafas de realidad virtual. 'Cuento de hadas traicionado' El humor de la obra de Wolfson está presente incluso en trabajos como su coreografía para virus del sida y condones pero es, en todo caso, perverso. Parece "un clásico cuento de hadas estadounidense traicionado", un mundo de sueños "donde todo es posible, pero todo está sujeto a distorsiones y mutaciones", dicen en la galería. El cambio entre la banalidad y la violencia es supersónico El poder de la obra de este artista extremo y ajeno a la formulación de juicios se debe al "impacto visceral" de sus "complejos montajes" y a la facilidad con que reproduce un mundo donde los cambios de valores entre la banalidad y la violencia se producen a velocidades supersónicas.

Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/3034265/0/jordan-wolfston-realidad-virtual-orina-exposicion/#xtor=AD-15&xts=467263

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